jueves, 21 de agosto de 2008

PERRITO

Me contaron que un vez hubo un perrito que sufría de “chiquititismo”. Era cada vez “menor”. 
 Su primer dueño era medio ciego. Lo regaló a la semana de levantarlo de la vereda. No le servía para nada. Publicó en diario “Regalo perro. Se requiere ayuda para encontrarlo. Está en mi cocina. No se dónde. Pero es hermoso… creo”.
 Su segundo dueño era una señora que vivía en una casita en el campo, con un burro y un conejo. Su marido había muerto hacía bastante, atropellado por ella, mientras patinaban en Alaska (claro… no sabían ni patinar, ni que los patines no son para nieve). Dicho caninito, duró con ella 2 años. Iba decreciendo cada vez más. Hasta que un día, se cayó en la ensalada del conejo, y éste se lo comió. Cuando vio la luz nuevamente, se mezcló en el correo de la señora, para irse lejos. Claro, no sabía que iba a ir a parar a Alaska.
 Su tercer dueño, lo encontró adentro del sobre. Lo puso en la mesita de luz… en el cajón de las medias. Llamó a todos lados… diario, televisión, vecinas chusmas… Cuando quiso alimentarlo, no lo veía. Mientras revolvía todo desesperado, lo mató contra su hombro, creyendo que era un mosquito. 

lunes, 18 de agosto de 2008

 Voy a volver mañana…
esperáme.
 Voy a mirar para allá, 
a mirar en ese lugar, 
dónde todo es claro…
 Voy a traerte algo, 
una ilusión...
te la llevo en mis manos,
la guardo para vos…
 Esperáme un rato,
unos días nomás…
quiero hacer todo despacio, 
y no sé cómo soltarte,
es que no se bien qué es lo que querés de mí.



miércoles, 13 de agosto de 2008

ME CONTARON...

Me contaron que una vez hubo un caballo volador de tres patas, que andaba en bicicleta (para ir más rápido) por el espacio. Todos los días iba a visitar a un burro cojo que era amigo suyo y vivía en la Luna. Claro que el burro tenía cinco patas, por lo cual no le creaba complejos especiales ser cojo… hasta era interesante verlo andar.
Cada mañana (aunque no se cómo sabían que era mañana, supongo que ellos decidían el principio de sus días), cuando su equinísimo amigo alunaba, el burrito lo estaba esperando con unos mates. Hablaban de todo… cosas que soñaban, cosas que veían, cosas que comían, etc. Pasaban horas y horas echados en el suelo lunar. Perdían el tiempo o, más bien, cada uno ganaba el tiempo del otro. Desayunaban, almorzaban, merendaban, cenaban y, cuando había más sueño que palabras entre ellos, el caballo volaba hasta su casa (no se sabe dónde quedaba), cantando una melodía que siglos después, se le ocurriría a McCartney.

Y así fueron todos los días de su vida. No hubo más que eso. Nada más, ni nadie más en sus vidas, que quienes quizás habían estado alguna vez, quizás no… eran uno y el otro, con lo que tenían. Ni siquiera había eco (no hay eco en el espacio, creo yo…nunca fui). No necesitaban más que eso. No se qué tipo de cosas lunares comían… parece que no tenía importancia.
Al caballito le costaba un poco andar en bici, por el asunto de que tenía tres patas y porque… bueno, era un caballo. Al burro, le era un poco complicado levantarse a cambiar la yerba cada tanto, porque era cojo y principalmente porque no tenía dedos. Pero sin embargo, dicen por ahí…aunque no se bien por dónde, que estos dos amigos de la vida entera fueron unos de los seres más felices del universo. Yo no se… me contaron…

sábado, 2 de agosto de 2008

CADA MAÑANA

Cada mañana blanca
que era tuya,
se fue perdiendo 
entre palabras,
sensaciones y momentos…
se fue perdiendo en el tiempo, 
mientras dejé a mi ojos
mirar donde no estabas,
donde se sentían cómodos.
Lo lógico fue siendo cada vez más ilógico,
y mis mañanas, 
cada vez más limpias.
Y yo, cada vez menos mía,
menos tuya
y más feliz.